Rebirth. Exposición personal en ART CONCEPT ALTERNATIVE

Rebirth es el título de la exposición personal en
la que muestro mi último trabajo. Inaugurada el 5 de Enero hasta final de mes,
en Raw Space, espacio que gestiona Art Concept Alternative en Vero Beach,
Florida.
Cada una de las diecisiete piezas es parte de mi historia
personal contando en diferentes soportes y con disimiles técnicas cómo me reinvento en
un nuevo ciclo de mi vida. Una gran instalación bajo título De velos y
fantasmas, un tríptico objetual y fotográfico, I trace lines from
hands, obras de pequeño formato como, Vacuna, Otro tambor, Somos lo
que comemos, Ciega de sentimientos y alguna sin título. Tres piezas de
90 x 80 cm que encabezaron esta serie Bordando mi vida.
Mistakes y Pick up to créate yourself son dos lienzos
de 130 x130 cm con imagen digital impresa da y uno de ellos intervenido. Otra
pieza de importante presencia es Dibujándome, un dibujo en
grafito colgado y montado en una tela, devenido de un frotttage de una prenda
mía. Por último, mis Poppies, icono en mi obra desde hace
siete años, estuvieron presentes en la obra Equipaje cultural, un
maletín de metacrilato que contiene la imagen de la Poppy impresa
en papel cebolla a partir de una realizada en fieltro, reproducida muchas veces
y a su vez metidas en cajas pequeñas de acrílico que las contienen celosamente
para llevarlas y “consumirlas” en mis viajes. A modo de escultura y esta vez
transparentes, dos Poppies protagonizan a modo de planta
en maceta un juego de recuerdo infantil al leerse en sus pétalos yes o no.
La inauguración concurrida, a pesar del frío en esos días en La Florida,
llena de personajes interesantes. Muy satisfecha con el resultado y ver la
coherencia de la obra en ese inmenso espacio que es Raw Space.
Tuve el privilegio de que Yamilé Tabío escribiera sobre esta muestra, así
que trasmito parte de sus palabras que hablan sobre mi y mis piezas
desde otra óptica.
Lucía, que pinta y es
amante de la fotografía, descubre en Renacimiento los paisajes callados
de una ciudad y la percepción de su cotidianidad. Se vierte sobre los
tambores y va bordando su propia vida, cual si estuviera reinventando el
hechizo.
Me fascina el sentido del escape y el peso conceptual con que Lucía Zalbidea
(Valencia, 1969) cubre su idea sobre Cuba a través de su obra. Los
escenarios que ha inmortalizado como si organizara un set escenográfico, se
pierden en lontananza. Hay en ellos un punto de partida y uno de imposible
visualización, la caligrafía que adiciona a sus piezas bordando con hilos transparentes
términos de la cultura culinaria cubana solo un ojo avizor lo podrá percibir.
Descubre para ella misma y ante nosotros que el tiempo es oro; hay un periodo
en que el ojo se desplaza sobre esos senderos casi siempre con densidad, tal
vez porque uno procura vislumbrar el fin, esa luz que débilmente se anuncia,
fervorosa en las escenas de una isla que vive sus días. Guionista
de flores en este renacimiento, la artista se ha robado un pedacito de tiempo
de Celina y de Ignacio y de Carlos y del polvo de la construcción y del camino
de Santiago y ha comenzado a renacer ella misma.
Sus motivos están diseñados como para recibir lo divino. A través del
modelo de una cama, con sábanas bordadas, recuerda a su madre y sintetiza el
amor y la nostalgia que deja allende los mares. Sobrevolar el Atlántico no ha
sido para ella un simple viaje, hay en su obra una carga de sentimientos
nostálgicos del pasado que comporta y que lo hace más historia que mito. El
viaje ha sido para Lucia una vida nueva, lejos de sus costumbres, del
olor a tierra mojada de su niñez en Valencia. Ha tenido que improvisarse
una segunda piel y ha ido subiendo una escalera interminable cuyos peldaños
ascienden hasta la cima y luego desaparecen; un camino agreste entre cables de
contadores raidos por el tiempo en una Habana que tiene mar y eso la salva y la
hace respirar fuerte.
Pintura de raíz europea, ilusión melancólica casi libre de la figura humana,
Lucia vuela su canción y teje sus recuerdos, su yo. Utiliza prendas de lencería
propias y un pedazo de sol y un segmento de fibra que dejaron las plantas en su
casa de España, naturaleza muerta que hace revivir en sus tejidos. Estos
páramos desolados sobre los que la artista intenta contener el escape de sus
manos, son invadidos repentinamente por destellos de vida. El sujeto establece
una relación esencial con el entorno que le ha tocado en suerte, y en la
mayoría de los casos ese lugar lo inunda, lo supera, lo sobrecoge. He aquí que
nos encontremos con el efecto fundamental en estos espacios donde Lucia
ubica sus historias a través de un estilo “artesanal”: un extraño desamparo
terrenal que es trocado por un raigal sentido de pertenencia. El encantamiento
provocado en el espectador, esa sensación de lluvia sin ser la lluvia, la
fiesta de la luz. La absoluta provocación de viaje.
Yamile Tabio.
En La Habana y diciembre de
2017.